viernes, 20 de julio de 2012

La cueva de La Peruyal. Visitas guiadas. Onís. Asturias

Más que una simple visita a una cueva, una aventura en toda regla; más que una excursión para ver un fósil, un auténtico viaje hacia atrás en el tiempo. Dos horas de espectacular recorrido, en las que hubo tiempo para conocer a la joya de la cueva -el fósil, al que llaman «Rino»-, pero también para contemplar espectaculares estalactitas y estalagmitas, una pared llena de cristales de cuarzo que brillan en la oscuridad, auténticos corales de piedra y un buen número de especies animales: una salamandra, un tritón, un ciempiés venenoso, un escarabajo de las cuevas y varias arañas. Entre ellas, algunos endemismos de la comarca de los Picos de Europa.


Espeleología, geología y biología; todo en uno de la mano del guía de la cueva Pablo Solares, que llenó el recorrido de amenas explicaciones y que casi en cada esquina sorprendía a los visitantes con alguna sorpresa. Se nota que le encanta la cueva y la labor que desempeña. Solares, presidente de la Federación Asturiana de Espeleología, guio a un grupo bien heterogéneo: un «hombre del desierto», Mohamed Abou, del Sahara Occidental; el cuñado de éste Jorge Martín, gaditano; el estudiante de Geología argentino, aunque residente en Barcelona, Alain Oncolino, y el matrimonio madrileño que integran María Jesús López y Federico Blanco. Todos ellos están de vacaciones en la comarca y ayer se mostraban encantados de ser los primeros en adentrarse en los secretos de la cueva de La Peruyal. La visita exigía botas de montaña (que debe llevar el visitante), así como mono y casco con luz (que aporta la empresa responsable de las visitas). Tras viajar en todoterreno hasta la entrada de la cueva, bajar una decena de metros hasta la boca (el descenso de la temperatura es brutal en sólo unos segundos) y, ya dentro, otros trece metros más por una interminable escalera de caracol, la comitiva avanzó por lugares por los que había que avanzar agachados, galerías enormes, otros rincones que exigían ir en fila de a uno y algunos más que requerían ayudarse con cuerdas. Una aventura, que incluye una completa visión de cómo se forman este tipo de cuevas y que puede vivir cualquier persona mayor de 7 años que presente un estado físico normal.

A mitad de recorrido (las galerías de la cueva suman cuatrocientos metros) empieza la zona con estalactitas, estalagmitas y otras espectaculares formaciones. Solares explica cada detalle con inusitada pasión. Al fin, el fósil, tumbado sobre su costado derecho y sumergido bajo una fina capa de agua. El esqueleto completo, exactamente igual que hace 45.000 años, cuando murió. Ni un hueso se ha movido de su sitio. Incluso algunas vísceras se han fosilizado. «Rino» era una cría de rinoceronte lanudo que, según explicó Solares, tal vez bajó con su madre a embarrarse en una charca. Su escaso tamaño hizo que se colara por una sima. No se rompió ni un hueso, pero ya nunca pudo salir de la cueva. Avanzó unos 150 metros y, al cabo de un tiempo, murió. Tal vez de hambre o de una hemorragia interna consecuencia de la caída.


Allí lleva el fósil 45 milenios. Y ahora admite visitas. Sólo 16 al día, en grupos de 8 personas. El tique puede adquirirse en el Centro de interpretación de la fauna glacial de Avín y cuesta 30 euros (el Ayuntamiento de Onís se lleva 3, el IVA otro tanto y el seguro de responsabilidad civil, aún más). Todos los que ayer estrenaron este nuevo recorrido turístico aseguraron que mereció la pena. Impresionante.

Fuente : La Nueva España

Texto e imagenes: Ramón Díaz

Composición: Picapiedra

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